DIVERSIDAD HUMANA
Hablar sobre diversidad humana lleva a pensar en la multifacética y pluralista fenomenología del ser humano: es un proceso de búsqueda de significaciones y actitudes que permiten el enriquecimiento mutuo, en el cual las diferencias caracterizan lo verdaderamente único de cada persona, conformando un crisol de formas de ser y definiendo de éste modo una sociedad que es diversa.
Todas estas reflexiones y sugerencias han surgido de la práctica docente concreta. Ellas son un rescate de lo heterogéneo, lo cual es un rasgo inherente y constitutivo de todo grupo humano. La explicitación de esta característica, conjuntamente con la posibilidad de enriquecimiento a través de la diferencia, son pilares sobre los que tendría que asentarse el abordaje de la diversidad.
Pero: ¿Quién soy yo? ¿Quién es el otro? ¿Dónde esta el límite entre mi necesidad y la de quienes me rodean? ¿En qué radica la riqueza de la interacción? Tanto éstos como otros interrogantes se irán abordando a lo largo del presente trabajo. Para ello se hace necesario detenerse en la búsqueda de significados, entendida como un intento de comprensión de hechos, actitudes y tendencias presentes a lo largo de la historia de la sociedad.
No se trata de presentar un marco dogmático sobre el tema, sino de abrir un debate donde se pueda repensar la praxis docente. Según Savater, sólo volviendo a la raíz común que nos emparienta, podemos llegar los seres humanos a ser huéspedes los unos de los otros, cómplices de necesidades que conocemos bien y convencidos de que éstas son diversas, y de que sólo en el descubrimiento de ellas podremos ver la diferencia como un medio de enriquecimiento y no como un elemento de exclusión.
Todas estas reflexiones y sugerencias han surgido de la práctica docente concreta. Ellas son un rescate de lo heterogéneo, lo cual es un rasgo inherente y constitutivo de todo grupo humano. La explicitación de esta característica, conjuntamente con la posibilidad de enriquecimiento a través de la diferencia, son pilares sobre los que tendría que asentarse el abordaje de la diversidad.
Pero: ¿Quién soy yo? ¿Quién es el otro? ¿Dónde esta el límite entre mi necesidad y la de quienes me rodean? ¿En qué radica la riqueza de la interacción? Tanto éstos como otros interrogantes se irán abordando a lo largo del presente trabajo. Para ello se hace necesario detenerse en la búsqueda de significados, entendida como un intento de comprensión de hechos, actitudes y tendencias presentes a lo largo de la historia de la sociedad.
No se trata de presentar un marco dogmático sobre el tema, sino de abrir un debate donde se pueda repensar la praxis docente. Según Savater, sólo volviendo a la raíz común que nos emparienta, podemos llegar los seres humanos a ser huéspedes los unos de los otros, cómplices de necesidades que conocemos bien y convencidos de que éstas son diversas, y de que sólo en el descubrimiento de ellas podremos ver la diferencia como un medio de enriquecimiento y no como un elemento de exclusión.
Rasgos fundamentales del ser humano
Por eso antes de abordar específicamente el tema de las adecuaciones curriculares se hace necesario clarificar reflexivamente algunos de los “rasgos fundamentales del ser humano”.
¿QUIÉN ES EL SER HUMANO?
Este interrogante se relaciona en forma directa con el tema del significado y el propósito de la vida humana, y apunta hacia los fines de todo acto educativo. Como toda pregunta filosófica, ha recibido una pluralidad de respuestas, varias de ellas antitéticas, que a su vez se incorporan en diversos estilos de vida y se relacionan con prácticas educativas variadas en determinadas organizaciones socio-políticas; lo cual permite advertir de inmediato lo importante que puede ser explicitarlas para reflexionar acerca de ellas.
Todo lo que el ser humano sabe y espera del universo y todo lo que cree, depende de la manera como se ve a sí mismo, debido a que no puede concebir nada sino a través de su propia concepción. Este componente subjetivo del conocimiento intrapersonal se encuentra modelado por vínculos intersubjetivos. Ésta es una realidad que brota desde el mismo origen en cualquier reflexión sobre el ser humano, ya que se debe avanzar más allá de lo meramente exterior y fenoménico. De lo contrario, se cae en un balbuceo en el que no se sabe bien qué decir, o bien se sabe que todo lo que se diga va a estar fuertemente influenciado por la propia subjetividad. Tal vez por ello sea tan difícil hablar de sí mismo, debido a que necesariamente hay que acudir a los otros en sus contradicciones, certezas y misterios. Es que el ser humano no es sólo un “objeto de conocimiento” que pueda observarse, medirse, calcularse o biseccionarse de un modo empírico o cuantitativo, sino que es también misterio. Este término etimológicamente significa algo oculto, escondido, no evidente, que no se agota en su rostro, ni en sus músculos, que no puede ser presa del lenguaje conceptual, en definitiva que hay algo en el ser humano que tiene un carácter estrictamente metafísico, conciencia que tal vez se origine en un no sentirse vinculado ciegamente a la naturaleza.
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